segunda-feira, 9 de maio de 2016

Resumen crítico del cuento Final del Juego, de Julio Cortázar

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La narración del cuento se desarrolla en Argentina, en uno de los barrios de Buenos Aires, “a esa altura de Palermo”. Allí viven la narradora, cuyo nombre el autor no menciona, sus hermanas Holanda y Leticia. Ellas viven con su tía Ruth y su madre. Las niñas viven en un entorno familiar un poco problemático, con constantes conflictos y castigos: “La cosa es que ardía Troya, y en la confusión coronada por el espléndido si bemol de tía Ruth y la carrera de mamá en busca del bastón de los castigos.”.

Para escapar de la familia, las niñas crean su propio mundo, "nuestro reino", en que puedan respirar libremente. Este reino es el mundo después de la puerta blanca, es decir, la parte exterior de la casa, el jardín y sus alrededores, incluyendo el río detrás de la casa. Ahí, en el exterior, justo en el patio, era para las niñas “la capital del reino, la ciudad silvestre y la central” (del juego).

A las niñas les gustan jugar estatua e interpretar expresiones de emoción. En el juego de estatua, las niñas se visten de "adornos", que son piezas de ropa y accesorios para recrear personajes o inventar temas para la estatua. Estos accesorios se toman de un escondite en el suelo: “levantábamos la piedra y abríamos la caja de los ornamentos.” El juego de las chicas también tiene reglas, una de ellas es que, la elegida para hacer la estatua o interpretar emociones, debe ser vestida y juzgada por las otras sin su interferencia: “la elegida no podía tomar parte en la selección”.

Delante del patio de la casa donde las chicas viven y juegan, pasan trenes todos los días y con mucha gente. Pero las chicas no se intimidan con las posibles miradas de los pasajeros porque piensan que nadie se daba cuenta de ellas: “A esa altura de Palermo los trenes pasan bastante rápido”. Sin embargo, uno de los pasajeros del tren, un niño, las mira. A partir de ahí, él busca hacer una interacción con ellas, y lo hace lanzando papelitos de la ventana del tren. El papelito cae cerca de una de las chicas que lee a las demás hermanas el siguiente mensaje: “Muy lindas estatuas. Viajo en la tercera ventanilla del segundo coche, Ariel B.”.

Por medio del papelito, el niño llamado Ariel, se revela a las niñas y muestra su admiración por ellas. En ese momento, las chicas empiezan a darse cuenta de que son observadas. Una vez que el chico indica en que sillón se sienta, las niñas al día siguiente esperan el tren para mirar más de cerca a las ventanas y reconocer su admirador, que incluso parecía mayor: “le calculamos dieciocho años (seguras que no tenía más de dieciséis)”.

Un día, uno de los papeles que eran lanzados desde el tren por Ariel, viene con un mensaje que deja a las chicas perplejas: "la mas linda es la más haragana". Ariel que miraba a las niñas desde su asiento en el tren, realiza una interferencia directa en el juego de las niñas una vez que las evalúan.

Esta es una situación extraña, porque una de las chicas, Leticia, sufre de una deficiencia severa y que le impide hacer muchos movimientos y esfuerzos: “era la más baja de las tres, y tan flaca. (…) y para peor una de esas flacuras que se ven de fuera, en el pescuezo y las orejas.”

El día anterior, Letícia había sido elegida para hacer estatua, mientras que sus dos hermanas prefieren jugar y centran la atención en el tren para reconocer los rasgos de su admirador.

Por esta razón, cuando el papelito cae al día siguiente, elogiando la más "haragana", Leticia y hermanas se han asegurado de que el mensaje fue dirigido a la hermana enferma: “Leticia era muy buena como estatua, pobre criatura. La parálisis no se notaba estando quieta”.

Debido al comentario cuestionable, el niño es visto como alguien con malas intenciones, pero Letícia ve la actitud como un elogio. Sin embargo sus hermanas no interpretan de la misma manera, pero no hablan nada a Leticia a fin de no decepcionar a ella: “Lo primero que se nos ocurrió sentenciar fue que Ariel era un idiota, pero no podíamos decirle eso a Leticia, pobre ángel, con su sensibilidad y la cruz que llevaba encima.“.

Los días pasan y entre papelitos y saludos a distancia, el niño se propone a conocerlas personalmente: “iba a bajarse en la estación vecina y que vendría por el terraplén para charlar un rato.”. Sabiendo esto, Leticia prefiere no asistir, a pesar de la insistencia y la buena voluntad de la hermana narradora: “me animé y le dije que no tuviese miedo, poniéndole como ejemplo que el verdadero cariño no conoce barreras y otras ideas preciosas”. Pero con mucha testarudez, Leticia no viene a bajar al patio a jugar con las hermanas en ese día, y termina perdiendo la visita personal de Ariel, pero en cambio, envía una carta, que se entrega al niño a través de su hermana Holanda. El contenido de la carta no se revela en la historia y no es conocido por la narradora.

Después de este encuentro personal solo entre Ariel, la narradora y su hermana Holanda, los días de los juegos siguen como antes, con papelitos lanzados por la ventana del tren y la lucha por la mejor perfomance de estatua y por la atención de Ariel.

Leticia se ausenta por algún tiempo por la enfermedad y debilidad, pero de repente, un día decide jugar sola e ir al patio para hacer estatua y ser mirada por Ariel. Cuando sus hermanas la ven trajando objetos personales de sus tías y madre, ellas quedan sorprendidas: “casi nos morimos de miedo cuando al llegar a los sauces vimos que sacaba del bolsillo el collar de perlas de mamá y todos los anillos, hasta el grande con rubí de tía Ruth.”.

Pero Leticia estaba tranquila, "quisiera que me dejaran hoy a mí", sin embargo, estaba en contra de las reglas, porque no había sido elegida para hacer estatua por las demás hermanas; ella actuaba de manera individual por el deseo de satisfacer a Ariel.

Sus hermanas a pesar de un cierto malestar con la situación, hacen la voluntad de Leticia, y la adorna con otros accesorios de la caja de ornamentos: “Nosotras sacamos en seguida los ornamentos, de golpe queríamos ser tan buenas con Leticia, darle todos los gustos y eso que en el fondo nos quedaba un poco de encono.”.

Aunque bien decorada y por la bella atmósfera que se crea el texto para describir a Leticia, que estaba en la elevación que daba al tren: “fue a ponerse al pie del talud con todas las alhajas que brillaban al sol”, ella en realidad parecía ridícula, además no actuaba como se propuso el juego: “Levantó los brazos como si en vez de una estatua fuera a hacer una actitud, y con las manos señaló el cielo mientras echaba la cabeza hacia atrás (que era lo único que podía hacer, pobre) y doblaba el cuerpo hasta darnos miedo.”.

Mientras que Leticia hacia la escena descrita anteriormente, limitada por su deficiencia, el tren pasaba y desde allí Ariel la observó: “la miraba, salido de la ventanilla la miraba solamente a ella”.

Al día siguiente, como Holanda había dicho de una manera premeditada a su hermana (narradora): "vas a ver que mañana se acaba el juego", en realidad pasó ... y Ariel no siguió manteniendo contacto con las chicas.

En medio de sentimientos ambiguos por parte de las dos “mientras nos sonreíamos entre aliviadas y furiosas”, la historia termina con las chicas describiendo ese abandono de Ariel: “al otro día fuimos las dos a los sauces (…) cuando llegó el tren vimos sin ninguna sorpresa la tercera ventanilla vacía (…) imaginamos a Ariel viajando del otro lado del coche, quieto en su asiento, mirando hacia el río”.


Ese final indica el carácter indolente de Ariel, la complacencia de sus hermanas y el intento fallido de Leticia de ser feliz y amada.




Bibliografia: Cortázar, Julio. Final del Juego. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1969.

Análise crítica do livro Naufragios, de Álvar Núñez Cabeza de Vaca





O livro Naufrágios, escrito por Álvar Núñes Cabeza de Vaca, é uma crônica feita a partir de seus relatos enquanto esteve na região da Flórida, hoje pertencente aos Estados Unidos e a região da Nova Espanha, onde agora é território Mexicano.

Cabeza de Vaca nasce na Europa, mais precisamente em Sevilha, no ano aproximado de 1492 e parte em direção ao Novo Mundo em 1527. O autor abandona sua vida como soldado e embarca com mais 600 homens em uma expedição que chega na Flórida no ano seguinte, em 1528 por ordem de D. Carlos I (1516 – 1556). Todos chegam ao novo continente para reconhecimento territorial e, principalmente, para encontrar riquezas.

O livro de Álvar Núñez são relatos de viagens baseados em suas experiências enquanto náufrago europeu que passa anos sobrevivendo em meio a nativos norte americanos. Cabeza de Vaca descreve os costumes dos índios e escreve sobre sua sobrevivência como homem branco em terras distantes, porém sem uma precisão técnica ou científica. Ele não analisa a partir de uma visão antropológica, bem como também não há uma datação nem localidade específica. 

A escrita do livro não é feita através de manuscritos, visto que o autor perde todos os seus pertences básicos – incluindo as próprias vestimentas – e passa a viver de maneira natural como os nativos. O próprio autor passa a se comparar a cobra, que troca o couro duas vezes por ano, em alusão as roupas que pouco passa a usar (pág. 68). Dessa maneira, o livro só é escrito quando o autor retorna à Espanha, em 1537, feito sob uma perspectiva de um servil que relata seus serviços para o rei.

A partir da análise dos escritos de Cabeza de Vaca, podemos identificar diversas características que são importantes para a compreensão geral do livro. Sobre isso, Cabeza de Vaca constrói um retrato da cultura indígena descrita, mas também da sua própria cultura como observador, característica que pode ser vista indiretamente no texto. Nesse ponto é possível ver traços de alteridade, pois quando Cabeza de Vaca vê o outro e sua cultura, ele passa a pensar sobre si mesmo como indivíduo.

Os nativos por terem uma relação diferente com a escrita acabam tendo sua história contada pelo colonizador, ou seja, o autor toma como referência sua cultura para nomear, classificar e julgar o modo de vida desses povos. Muitas das imagens contidas no livro possuem uma perspectiva da imaginação e da observação de alguém que chega como colonizador, como quando o autor julga os índios pobres por serem pescadores (pág. 28). Porém, no decorrer da leitura, é possível ver uma mudança dessa perspectiva por parte de Cabeza de Vaca, quando ele passa a não mais se referir como cristão e se torna um ser à parte naquele cenário (pág. 59).

Essa mudança de um pensamento baseado nas convenções da Europa para de um pensamento emergido no outro só é possível devido ao contexto em que o autor se encontrava: como um sobrevivente em meio aos índios. Cabeza de Vaca presso na terra em que fora procurar por recursos que rendesse fortuna à coroa viu com o passar do tempo mudanças de hábitos radicais em sua vida. Como quando se alimenta de animais de maneira incomum; cavalos (pág. 26), restos de carne em couro e até mesmo cachorro (pág. 68). Álvar Núñez muda até mesmo sua função de tesoureiro e passa a ser um curandeiro (pág. 45), seguido e adorado por milhares de índios de diversas tribos (pág. 86).

Apesar de não ter uma intenção antropológica, o autor também acaba descrevendo seus relatos em uma linguagem muito imparcial e detalhista sobre os povos que ele conhece. Ele se refere aos índios como eles próprios se nomeiam: são os Apalache (pág. 10), os Autes (pág. 22). Outro exemplo é descrição sobre o ato de dar uma flecha como sinal de amizade (pág. 36) e sobre uma relação homossexual entre índios de uma determinada tribo (pág. 77). Contudo, há uma nomeação dos lugares a partir da visão do próprio autor (colonizador), como quando em meio a fome, muitos de seus companheiros de embarcação morrem e passam a comer uns aos outros e Cabeza de Vaca nomeia o local onde aquilo ocorre de Ilha do Mal Hado (pág. 40). Certamente o local teria um nome diferente para os nativos.

Ao fim da leitura, o que podemos observar é a abertura à mudança de perspectiva por parte do autor em relação ao seu papel inicial como colonizador, bem como também os nativos passam a vê-lo de forma diferente (como uma pessoa confiável e diferente de outros brancos). Dessa maneira, Cabeza de Vaca se torna um ser híbrido, bem como também sua escrita. Aculturado pela vivência com os índios, ele se propõe a um discurso ambíguo e mais horizontal, diferente do momento de sua chegada naquela terra e do início de seu livro.